El sistema comunista entró en crisis a mediados de la década de 1980: la carencia de productos básicos se hizo permanente, el aparato industrial estaba anticuado, en las fábricas apenas se trabajaba por falta de suministros y la contaminación no se controlaba.
Los numerosos burócratas constituían una élite social sin iniciativas. Las promesas de democratización se aplazaban con la excusa de hacer frente a la amenaza occidental y existía represión política contra los disidentes.
03.1 Las reformas de Gorbachov y la desintegración de la Unión Soviética.
La llegada de Mijail Gorbachov al poder en marzo de 1985 supuso el fin del estancamiento y la apertura de una nueva etapa en la URSS. Para resolver los graves problemas del país, Gorbachov presentó, en la XIX Conferencia del Partido (1988), un programa de cambios cuyos dos pilares fueron la perestroika y la glasnost.
La perestroika (<<reestructuración>>) fue la vertiente económica del proyecto de Gorbachov. Buscaba aumentar la producción de bienes de uso y consumo mediante prácticas de la economía de mercado. Permitió la formación de empresas de capital mixto -extranjero privado y nacional público- con la admisión del <<beneficio privado>>. Promovió el acceso a una <<economía socialista de mercado>> que introdujese las ventajas del capitalismo sin perder las del comunismo.
El gran problema de la perestroika consistió en la difícil coexistencia entre las prácticas capitalistas y comunistas, y en la escasa inversión de los capitales extranjeros en la Unión Soviética.
La glasnot (<<transparencia>>) fue la vertiente política. Trató de reformar el Estado eliminando la corrupción, la falta de representatividad y la burocratización. Pretendía conseguir un sistema político democrático basado en el imperio de la ley y en las libertades civiles y sociales. Para ello, Gorbachov propuso el fin del partido único y de su papel dirigente, la revitalización de los sóviets y la reforma del Sóviet Supremo, convertido en un cuerpo legislativo independiente. En la política exterior puso fin a la intervención soviética en los asuntos internos de sus aliados.
La política de Gorbachov fue combatida por los sectores inmovilistas del Partido -la nomenklatura-, sólidamente instalada en los puestos clave, así como por los sectores liberales, partidos de las privatizaciones masivas. Los nacionalismos de las repúblicas bálticas, islámicas, asiáticas y caucásicas amenazaron con desintegrar la Unión. Los mineros siberianos, que habían dejado de cobrar su salario, protestaron contra las medidas tomadas por Gorbachov mediante huelgas masivas.
Tras un intento de golpe de Estado, protagonizado en el verano de 1991 por sectores inmovilistas de la URSS y por parte del Ejercito, Gorbachov quedó a merced de los elementos reformistas que habían abortado el golpe. Este, ante la imposibilidad de desarrollar su proyecto reformista desde el comunismo, más radical, dimitió el día de Navidad de 1991, al tiempo que se producía la desintegración de la URSS.
Mijail Gorbachov representó una nueva generación de políticos comunistas. Protagonizó el fin de la URSS.
ACCIDENTE NUCLEAR DE CHERNÓBIL.
El accidente en la central nuclear ucraniana de Chernóbil, producido en la noche del 25 al 26 de abril de 1986, mostró los fallos y las debilidades de la gestión del sistema comunista, lastrado por la burocratización y la ineficacia. Los daños dejaron secuelas irreparables.
La Unión Soviética dejó de existir y fue sustituida por la Comunidad de Estados Independientes (CEI), formada por las antiguas repúblicas como paso previo a sus respectivas independencias. Rusia, dirigida por Boris Yeltsin y otros reformistas prooccidentales, se convirtió en la gran potencia regional. El nuevo dirigente ruso, que se había opuesto a la perestroika, lideró la oposición democrática frente a las reformas de Gorbachov.
Boris Yeltsin (a la izquierda), miembro del PCUS desde 1961 y representante del sector reformista, fue proclamado presidente de la República de Rusia tras las elecciones democráticas de junio de 1991. Volvió a ser reelegido en 1996.
03.2 La revolución de 1989 y la caída del comunismo en Europa.
Gorbachov, al acabar con la doctrina Breznev, facilitó la evolución de sus aliados europeos hacia democracias parlamentarias. A finales de 1989, el poder comunista desapareció en la Europa del Este sin apenas resistencia. Su transformación política se logró, salvo en Rumanía, mediante la negociación y el compromiso. En todos los Estados, siguió un proceso similar:
- Caída de los dirigentes comunistas conservadores.
- Formación de gobiernos reformistas que descentralizaron la economía y auspiciaron la iniciativa privada.
- Reunión de la oposición no comunista en foros de debate.
- Establecimiento de gobiernos de concentración nacional, con la participación de los foros que pusieron fin a las repúblicas populares.
- Convocatoria de elecciones, ganadas por la oposición democrática.
- Introducción de ajustes económicos por los nuevos gobiernos, que eliminaron las subvenciones a productos de primera necesidad, lo que aumentó el desempleo.
En algunos casos, los excomunistas, reconvertidos en socialdemócratas, regresaron al poder con destacados programas sociales.
En Hungría, los reformistas sustituyeron a los comunistas conservadores en el poder en mayo de 1988. La república popular se transformó así en la República de Hungría en octubre de 1989. Un referéndum y unas elecciones dieron el poder al Foro Democrático en 1990.
En Polonia los reformistas, presionados por los obreros de Solidaridad, convocaron elecciones en 1989. El sindicato obtuvo la mayoría parlamentaria y Lech Walesa fue investido presidente, con Tadeusz Mazowiescki como jefe de Gobierno. Estos completaron la transición a la economía de mercado. Las siguientes elecciones al parlamento y la presidencia fueron ganadas por los socialdemócratas (excomunistas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario