El imperialismo colonial fue un
proceso, desarrollado fundamentalmente entre 1870 y 1914, por el que las
potencias industrializadas de Europa, Estados Unidos y Japón conquistaron,
dominaron, administraron y explotaron extensas zonas de Asia, África y Oceanía.
01 Motivaciones del imperialismo
Las motivaciones del imperialismo fueron muy variadas. En
unos casos prevaleció una causa sobre las demás y otras veces no basta una sola
para explicar la formación de una colonia. Sin embargo, todas las potencias
imperialistas compartieron la necesidad de implicar a todo el planeta en su
sistema productivo por intereses demográficos, económicos, políticos,
ideológicos, sociales, científicos y técnicos.
La colonización se ha intentado explicar a través del factor demográfico. Durante el siglo XIX,
la población europea había pasado de 180 millones de habitantes en 1814 a 450
millones en 1914. Este gran crecimiento generó una emigración hacia otros
continentes. En algunos casos, los gobiernos intentaron derivarla hacia sus colonias de poblamiento. Tal fue el
caso del Reino Unidos con Canadá, Australia o Nueva Zelanda. Francia, a su vez,
estableció este modelo de colonia en las Antillas (islas centroamericanas) y en
la costa de Argelia. Sin embargo, las migraciones
desde Europa se dirigieron mayoritariamente hacia Estados Unidos o los países
independientes de América del Sur. Esto fue más notable en el caso de Italia o
Alemania.
Los factores
económicos tuvieron más importancia. La Segunda Revolución Industrial había
elevado la producción, al tiempo que demandaba diversas materias primas con las
que satisfacer nuevas necesidades de la industria. Excepto el Reino Unido, casi
todos los países impusieron el
proteccionismo para defender sus productos. Por ello, todos los Estados
recurrieron a la formación de colonias para asegurarse mercados exclusivos donde vender sus productos industriales, abastecerse de materias primas e intervenir sus beneficios sin riesgos.
Comercio en el puerto de Calcuta, en la India,
a mediados del siglo XIX.
Las
metrópolis construyeron puertos como este, obra de la Compañía Británica de las
Indias Orientales, el más importante del Imperio británico del siglo XIX.
Productos coloniales como yute, caucho, estaño, cobre, algodón, nitratos,
mineral de hierro, café o cacao cubrieron las necesidades de materias primas de
la Segunda Revolución Industrial.
Debido a la expansión comercial, las potencias necesitaban
asegurar las principales rutas marítimas con puertos donde poder repostar.
A diferencia
de los de vela, el barco de vapor
exigía puertos de carboneo en escalas intermedias. A cambio, era más seguro,
permitía mayor capacidad de carga y estaba preparando para remontar los grandes
ríos africanos o asiáticos, lo que resultó fundamental en el proceso
colonizador.
Algunos países se sumaron a la carrera colonial por motivos políticos, para conservar o
recobrar su prestigio internacional: la posesión de colonias concedía a un país
la consideración de gran potencia y agradaba a su opinión pública nacional. Por
otra parte, los militares vieron en las guerras coloniales una forma rápida y
poco arriesgada de promocionarse, y los nacionalistas exaltados la afirmación
de su nación en el mundo.
El nacionalismo fue asimismo un factor ideológico, porque consideraba que su patria, portadora de unos
valores elevados, tenía el derecho y el deber de expandirlos por el mundo. Los
europeos se atribuyeron la misión histórica de transmitir a los <pueblos
atrasados> las conquistas de la civilización
oriental – religión, derecho, medicina o cultura –, que consideraban
superiores gracias a sus progresos materiales. El escritor Rudyard Kipling lo
llamó <la pesada carga del hombre blanco>, escogido por el destino para
llevar la civilización a los <pueblos atrasados>. Misioneros católicos y
protestantes llevaron su fe a pueblos remotos y posibilitaron su posterior
colonización.
Los avances
científicos y técnicos posibilitaron los grandes viajes. Las sociedades geográficas* realizaron
expediciones con fines científicos que permitieron la clasificación de especies
minerales, botánicas y zoológicas, así como diversas observaciones
astronómicas. A la postre, estas expediciones revelaron posibilidades
económicas en zonas desconocidas. La mejora en los transportes, con barcos de
vapor, y el uso de nuevas armas, fruto de la industrialización, colaboraron a
la expansión colonial.
La colonización tuvo también motivaciones sociales. Poderosos grupos económicos y militares,
partidos políticos, asociaciones colonialistas y sociedades geográficas
empujaron a los gobiernos a la carrera colonial y presionaron a los
colonizadores para ampliar sus territorios. Entre las clases altas se impuso el
gusto por lo exótico y la aventura – los viajes por África para cazar grandes
animales o contemplar nuevos paisajes – y productos como el chocolate o el café
se pusieron de moda. La sociedad demandó una nueva literatura de evasión, en
ocasiones basada en estos viajes, escrita por autores de éxito como Julio Verne
o Emilio Salgari.
El
explorador y misionero escocés David Livingstone desapareció en 1865 cuando
intentaba descubrir las fuentes del Nilo. Años después fue encontrado por el
periodista y aventurero norteamericano de origen galés Henry Morton Stanley en
Ujiji, en la región del lago Tanganica.
Vocabulario:
Sociedades
geográficas: entidades de algunos países colonialistas que promovían
campañas de exploración para expandir Europa, buscar materias primas y nuevos
mercados y conocer cada rincón del mundo. Las primeras sociedades geográficas
fueron las de París (1921) y Berlín (1928), pero la más conocida fue la Royal
Geographical Society de Londres (1930), que financió viajes a África, al Polo
Sur o al Everest.
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