viernes, 9 de febrero de 2018

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Dos faltas de ortografía

Nota: 7

 

PODER POLÍTICO Y RELACIONES INTERNACIONALES EN LA EUROPA DEL SIGLO XVIII.
       2.1. EL ABSOLUTISMO MONÁRQUICO.

El eje central del sistema político del Antiguo Régimen era la monarquía absoluta de derecho divino. El monarca poseía un poder absoluto al concentrar todos los poderes en su persona. Gobernaba el reino y dirigía la políticaexterior, dictaba las leyes y administraba justicia o nombraba a los magistrados que la ejercían en su nombre.  

El monarca absoluto no se sometía a ningún tipo de control ni compartía la soberanía, es decir,
el poder, con nadie. Era la encarnación del Estado y todos sus habitantes, sus súbditos, estaban
sometidos a él. Este derecho se justificaba por el origen divino de su poder, ya que recibía esa
autoridad de Dios y la ejercía en su nombre.

Para poder ejercer su autoridad, los monarcas eran asistidos y asesorados por Consejos, ministros
 y secretarios. Un gran número de funcionarios se encargaban de administrar el reino, recaudar
 impuestos y hacer cumplir las órdenes reales.

Si bien concentraba todo el poder, el monarca debía respetar los privilegios tradicionales de la nobleza y el clero que poseían derechos de jurisdicción (señoriales) en una parte importante dei reino (señorios), donde cobraban impuestos y administraban justicia.

 Por último, el poder del monarca también estaba limitado por las Cortes y Parlamentos, surgidos en la Edad Media e integrados porrepresentantes de los tres estamentos. Tenían competencia para crear nuevos impuestos o para ratificar a los nuevos monarcas.



Luis XIV.

              2.2. La contestación al absolutismo.

 Aunque en Europa el sistema monárquico era predominante, el absolutismo se criticaba en muchos lugares. En algunos países (Inglaterra y Holanda) se habían producido a finales del siglo XVII
revoluciones que habían implantado el control del Parlamento sobre los monarcas.

 Además, en el siglo XVIII, muchos monarcas absolutos eran conscientes de la necesidad de mejorar la economía y la administración de sus países. El bajo crecimiento demográfico y económico y
las revueltas populares les llevaron a introducir mejoras, en muchos casos siguiendo las
 nuevas ideas ilustradas.

                2.3. El Tratado de Utrecht.

El siglo XVIII se inició con un grave conflicto internacional: la Guerra de Sucesión a la Corona española (1700-1713). Su resultado marcó el declive del lmperio español en Europa y significó el inicio del reinado de la dinastía borbónica en España.

 Los Tratados de Utrecht y Rastatt pusieron fin al conflicto y otorgaron una serie de
 beneficios territoriales a Rusia, Prusia, el Ducado de Saboya y las Provincias Unidas
(Holanda). Asimismo confirmaron como gran beneficiario a Gran Bretaña, que consiguió el
monopolio del tráfico de esclavos con América y se consolidó, junto a Holanda, como la
gran potencia marítima y comercial.

 Francia, Austria y Rusia también se afirmaron como grandes potencias. Pero el dominio continental les fue disputado por Prusia, un Estado en acenso.

                                 LOS ESTADOS EUROPEOS HACIA 1790.



 

2.4. La política de equilibrio europeo.

 El fin del dominio de los Austrias españoles en Europa y la consolidación de diversas potencias económicas y militares, dieron lugar, en el siglo XVIII, a la apertura de una nueva época en las relaciones internacionales.

 Frente a las largas guerras del siglo XVII, los países europeos mantuvieron una política de pactos y escasos enfrentamientos militares. Es lo que se conoce como equilibrio europeo, que otorgó espacio para un crecimiento económico basado en gran parte en la expansión colonial.

 Sin embargo, los enfrentamientos por el control de las colonias y de su comercio dieron origen a algunos conflictos parciales como la Guerra de los Siete Años. Pero, en general, un complejo sistema de alianzas entre los diversos países (por ejemplo, los pactos de familia entre los Borbones de España y de Francia) y una activa diplomacia mantuvieron una relativa paz en el continente.

La Guerra de los Siete Años
Entre 1756 y 1763 se produjo un conflicto bélico entre gran parte de los países de Europa. Se enfrentaron Austria, Francia, Suecia, Rusia y España, contra Prusia, Gran Bretaña y Hannover.
Las hostilidades se iniciaron por una disputa entre Prusia y Austria sobre el control de la región de Silesia (la provincia austriaca más rica). Pero, además, el conflicto enfrentaba a las potencias europeas, y especialmente a Francia y Gran Bretaña, que se disputaban el control de las posesiones coloniales.
El bloque prusiano-británico fue el vencedor, y como consecuencia, Silesia quedó en manos de Prusia, que se fue confirmando como una gran potencia. Gran Bretaña se hizo con gran parte de las posesiones francesas en Canadá y en la India. También recibió la Florida española, aunque España fue compensada por Francia, que le transfirió el territorio de la Lousiana.
   


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Dos faltas de ortografía

Nota: 7 

 

    1 LAS BASES DEL ANTIGUO RÉGIMEN.

 1.1 LA PERVIVENCIA DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL.

 La sociedad del Antiguo Régimen estaba dividida en los tres órdenes o estamentos conformados
en la Edad Media: el clero, la nobleza y los plebeyos o tercer estado, un amplio grupo que englobaba a las personas que ejercían cualquier ocupación u oficio, desde campesinos hasta comerciantes.

Esta organización social estaba basada en la desigualdad legal, social y económica. Clero y nobleza eran los estamentos privilegiados: gozaban de derechos y privilegios y estaban exentos de impuestos. Su enorme poder provenía de la acumulación durante siglos de tierras, empleos, títulos y cargos.

El tercer estado, el pueblo llano, no tenía privilegios y debía soportar todas las cargas fiscales (impuestos). En el siglo XVIII representaba alrededor del 85% de la población de Europa, pero su peso en las decisiones del Estado y en el control de la tierra era muy escaso.

Los estamentos eran grupos cerrados a los que se pertenecía por nacimiento o por formar parte De la Iglesia. El ascenso, o promoción social, era posible dentro del propio estamento, pero muy difícil entre la condición del plebeyo y noble. Solo algunos miembros de la burguesía
 más rica ascendían a la nobleza.


1.2 UNA ECONOMÍA AGRARIA Y SEÑORIAL. 

A principios del siglo XVIII, la agricultura era la fuente más importante de riqueza, pero era muy poco productiva y estaba técnicamente muy atrasada. El mayor problema para aumentar la productividad residía en la forma de propiedad y explotación. La mayor parte de la tierra estaba vinculada, es decir, ligada a un título nobiliario, a la Iglesia, a un municipio o a La Corona. Sus titulares podían sacar provecho económico, pero no venderla.

La tierra estaba concentrada en muy pocas manos. Sus propietarios eran rentistas que cobraban derechos señoriales, pero que no invertían en mejorar sus señoríos. Los campesinos no solo pagaban prestaciones (en productos y en trabajo) y rentas (el censo) a su señor, sino que estaban también obligados a entregar a la Iglesia la décima parte de las cosechas (el diezmo), y al Estado otros tributos (talla, gabela...).

 Los escasos excedentes en manos de los agricultores daban lugar a una agricultura de subsistencia, dedicada al policultivo, básicamente de cereales, y en gran medida, al autoconsumo.

El comercio interior era muy reducido. Solo se compraba lo indispensable en ferias y mercados locales y, por tanto, la producción de objetos manufacturados era escasa. Desde la Edad Media estaba rígidamente controlada por los gremios, organizaciones de artesanos que ejercían el control sobre las materias primas, la elaboración y la venta de productos.



Domenico Gargiulo: La plaza del mercado de Nápoles, 1645. Durante el Antiguo Régimen, al escaso poder adquisitivo de la población se unía la dificultad de los transportes, que encarecían los productos y limitaba los intercambios a un comercio local o regional.

1.3. UNA POBLACIÓN ESTANCADA.

 Como en siglos anteriores, a principios del siglo XVIII la subalimentación, la falta de higiene y los escasos recursos médicos provocaban una mortalidad muy elevada (entre un 30‰ y un 40‰), especialmente en los recién nacidos. En consecuencia la esperanza de vida era baja y aunque la natalidad también era muy alta (entre el 35‰ y el 40‰), el crecimiento demográfico era escaso o nulo.

Además, en una economía agraria la subsistencia, la producción de alimentos no crecía al ritmo de la población. En los periodos de grave escasez de alimentos, debido a varios años de malas cosechas, las enfermedades y epidemias se ensañaban con una población subalimentada. Eran las llamadas crisis de subsistencia, que provocaban una mortalidad catastrófica y diezmaban los efectivos de población.

 En ocasiones iban acompañadas de auténticos motines por la subida del precio de los productos básicos (revueltas del pan).