miércoles, 20 de diciembre de 2017

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Falta el título de la entrada, que ha debido ser indicada por el profesor

02 El ascenso de los totalitarismos

  02.1 Los totalitarismos fascistas: ideologías y sistemas de gobierno

  El término fascismo – del latín fasces, “haz” o “unión” – designa a los movimientos        nacionalistas radicales que surgieron en la Europa de entreguerras con unas características  comunes y ciertas peculiaridades. Iniciado en Italia en 1922, fue denominado nazismo en Alemania, donde acabó con la República de Weimar (1933). Los partidos fascistas se extendieron por toda Europa y muchos gobiernos autoritarios emplearon sus símbolos, estructuras y objetivos.

Factores

Los fascismos emergieron tras la Primera Guerra Mundial. En sus orígenes estuvieron los ideales nacionalistas y militaristas presentes en la Gran Guerra. De otra parte, fueron la reacción de una parte de la sociedad que temía la revolución social, la expansión de la Revolución rusa y el fortalecimiento de la clase obrera.
Al desarrollo del fascismo contribuyó la aparición, a finales del siglo XIX, de la sociedad de masas y el desarrollo de los nuevos medios de comunicación.

LA SOCIEDAD DE MASA

La sociedad de masa supuso la uniformización de ideas, actitudes y comportamientos.  Llevado por la emoción y el sentimiento colectivo, el individuo se vuelve fácilmente manipulable. En la fotografía de Feldherrhalle Múnich el 2 de agosto de 1914, día de la declaración de guerra a Rusia. En medio de la multitud, un joven y eufórico Adolf  Hitler.

Ideología

Los fascismos no contaron con un cuerpo articulado de ideas, pues en estos movimientos políticos la acción precedía a la reflexión. Sin embargo, todos ellos compartieron algunos principios comunes, como su nacionalismo radical, lo que les hizo promover una política internacional imperialista.
Los fascistas primaban la voluntad y el instinto sobre la razón. Exaltaban la emoción, el vitalismo y la irracionalidad. Por ello rechazaron la Ilustración, el liberalismo, el socialismo y el comunismo. Todos recurrieron a la violencia para defender y propagar sus ideales, y revindicaron las glorias y conquistas pasadas y el afán de revancha.
Los fascismos partieron de la creencia en la desigualdad humana y de las naciones. Por ello, los superiores debían dirigir la sociedad y el mundo, lo que justificaba la importancia de líder y de la elite en el desarrollo del proyecto nacional.
Todos estos movimientos insistieron en el principio masculino y ensalzaron la juventud como instrumento del cambio social.

Los fascismos buscaron formar  ciudadanos activos y disciplinados. Mítines, marchas, símbolos visuales atractivos, rituales ceremoniales, uniformes, saludos y consignas desempeñaron un papel central, destinado a crear un ambiente emotivo que estableciera lazos solidarios entre los presentes.
Objetivo político y métodos de gobierno 

El fascismo pretendió la creación de los Estados totalitarios como expresión de una tarea colectiva por encima de los intereses y creencias personales.
Este gran proyecto era conducido por un partido único, regido por las elites, con fuertes vínculos de unidad y fraternidad. Muy jerarquizado, con unas milicias disciplinadas, los partidos fascistas contaban con secciones juveniles e infantiles que servían para el adoctrinamiento de las futuras clases dirigentes. Al frente se distinguía un líder carismático e incuestionable.
La economía estaba dirigida por el Estado, aunque se mantuvo la iniciativa privada y se benefició a los grandes empresarios a costa de la desarticulación de los sindicatos y la oposición obrera.
Los fascistas preconizaban un orden social que favorecía la natalidad y delimitaba las funciones del hombre y la mujer. La educación estaba dirigida desde el Estado e incluso se reglamentó el disfrute del tiempo libre. La sociedad era movilizada mediante grandes actos públicos con el apoyo de los nuevos medios de comunicación, como la radio y el cine, a fin de generar una opinión pública favorable al Estado.

Bases sociales

Los fascismos se presentaron como movimientos destinados a todas las clases sociales. Sin embargo,  su principal soporte fueron las clases medias, integradas por empleados, funcionarios o trabajadores por cuenta propia. Poco comprometidos en la política, a menudo votantes de centro y de derechas, estas clases medias apoyaron al fascismo por medio a los movimientos obreros y al ejemplo soviético. La alta burguesía, que en principio recelaba del intervencionismo económico propio del Estado fascista, se mostró favorable a este porque obtuvo muchas ventajas económicas.
Muchos estudiantes, artistas e intelectuales vanguardistas se sumaron al fascismo, que tuvo un gran atractivo para los jóvenes, seducidos por sus promesas de vida activa y arriesgada. Grupos de trabajadores, sacudidos por la Gran Depresión, engrosaron asimismo las filas de los partidos fascistas.
Un sector del Ejército, al que la política imperialista daba posibilidades de promoción y prestigio social, y los excombatientes desarraigados en la sociedad de entreguerras fueron atraídos por  los llamamientos a rehacer viejas glorias y conquistas.

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